lunes, 30 de agosto de 2010

Dispersión (cosas de tiempo II)

A veces no va de dos horas y a veces te va de un minuto. Si pensara lo que quiero/debo hacer en una secuencia lógica y ordenada de sucesos, ahorraría tiempo y lo podría emplear en perderlo. Pero no, me distraigo del objetivo, de los objetivos, olvido lo que iba a hacer y vuelvo sobre mis pasos, y una concatenación perfecta de haceres se transforma en un errático baile de despropósitos. Quien no tiene cabeza tiene pies (o dinero).

A veces, tiempo es lo único que sobra, tiempo cautivo de inactividad, un atasco, la cola del supermercado, una sala de espera, donde intentas reordenar tu agitada vida trasladada forzosamente a una burbuja, del reloj digital al reloj de sol, tu vida en un pedacito de ámbar, y distraes el impulso de actuar con un libro, unos pasatiempos, unos pensamientos, un intento fútil de aprovechamiento. Qué útil sería una función de stand-by cerebral, desconectar cuando no puedes utilizar. Qué capitalista la noción de tiempo útil, de productividad, el tiempo vale lo que valga en lo que lo has empleado.

Y el tiempo sigue transcurriendo, grano a grano, dígito a dígito, latido a latido.

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