domingo, 31 de octubre de 2010

Abandono

Lo sé, te tengo abandonado, me abandono, os abandono.

Nuevamente en un impass sin saber hacia donde ir porque no sé lo que quiero. O imagino que lo sé pero no me veo capaz, aunque, sin intentarlo nunca lo comprobaré.

Sólo fracasa quien no lo intenta.

Y el tiempo marca que se agota el plazo de respuesta.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Dos días, una noche


Dicen que es rentable, basándose en términos tales como “proyección internacional”. Pero lo cierto es que una visita relámpago del Papa costará como mínimo 1 millón y medio de euros. Ese es el presupuesto que las diferentes administraciones han confesado, aunque seguro que será más. Y la rentabilidad, los ingresos, no se pueden calcular con certeza. ¿Cómo saber, por ejemplo, quién decidirá viajar a Barcelona gracias a esta visita?

Y aún tendremos que agradecer que han buscado que sea una ceremonia austera.

No quiero llegar a pensar hasta dónde podría llegar en un viaje de dos días con ese presupuesto. La luna, si he de hacer caso a la entrevista al dueño de la Bruixa d’Or, se me quedaría corta.

viernes, 8 de octubre de 2010

Telepredicando y con el mazo dando

Ayer, volviendo a casa, pasé al lado de unas cabinas telefónicas en la que había una señora de cierta edad hablando y un señor de edad incierta esperando. Si bien hace un par de años las consideraba (las cabinas) casi reliquias de interés histórico, mal conservadas la mayoría y sin interés en arreglarlas dado que prácticamente todo el mundo tenía un móvil (o más, había más líneas móviles registradas que población), últimamente veo más usuarios, causados seguramente por la crisis.

En vez de cabinas, deberíamos llamarlas postes de teléfonos, o con otras palabras por el estilo si queremos evitar la confusión con el típico poste de madera del que cuelgan los hilos telefónicos, porque de cabina ya tienen poco, y la conversación, a poco que uno tenga orejas, es poco menos que pública. Debe ser por eso que las llaman cabinas públicas. Y la sorpresa fue al escuchar que la usuaria del teléfono, con un tono grandilocuente estaba citando unos párrafos o versículos de algún texto religioso que mi memoria no almacenó, donde se indicaba que no sólo había que profesar la fe sino también propagarla entre los demás. Proselitismo telefónico, lo último que me quedaba por oir.

El discurso seguía, y yo hacia mi casa, así que dejé a la telepredicadora que siguiera con sus labores religiosas.

martes, 5 de octubre de 2010

El pasajero accidental

Coincidimos en un viaje. Aprovechó que mi trayecto pasaba cerca de su destino y compartimos gastos. No nos conocíamos personalmente, pero los dos habíamos oído hablar del otro. Fueron unas cuantas horas y aunque ahora supongo que optamos por llenar el silencio, entonces pensé que eso podría ser el inicio de una bonita amistad. A medida que los días se desgranan se queda en un cruce de caminos.

Buen viaje.