martes, 17 de noviembre de 2009

El hombre de la ensaimada en la cabeza

Lo he visto a lo lejos. Bueno, tampoco tan a lo lejos porque mi vista no es precisamente un ejemplo de agudeza, pero sí desde el otro lado de la calle, mientras esperaba a que cambiase el semáforo para cruzar. Primero he creído que llevaba algún extraño tipo de boina, ya que su edad y mis prejuicios lo aproximaban más a esta idea que a otra. Después me he dado cuenta que era su propio pelo, en lo que podríamos definir como una meritoria imitación de Mary de "Algo pasa con Mary". Resumiendo: el pelo cortito hasta llegar a la altura de la coronilla, donde crecía un matojo de pelo que se mantenía forzadamente erecto con algún tipo de producto químico y que le proporcionaba, bien, bien, sus 5 ó 10 cm de altura adicional. Y es que después he tenido la ocasión de observarlo mejor, disimuladamente, porque hemos coincidido un tramo del camino hacia nuestros respectivos quehaceres. De cerca hacía mejor efecto, justo es reconocerlo, y tampoco era tan bajo como para necesitar este andamio suplementario y ,aunque ignoro si es por este motivo, si tan inocuo artificio le supone un refuerzo de autoestima, por ejemplo, bienvenido sea. Que, según las ventas de libros de autoayuda, es un bien que escasea.

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