Hay que estar preparado para cualquier eventualidad, incluso para que no sucedan. Pero es laborioso y a veces te lleva a pensar que quizá la posibilidad del éxito no valga la pena el esfuerzo. Esperar lo mejor y prepararse para lo peor puede ser demasiado complicado así que, tras algunas tentativas descorazonadoras, te limitas a esperar lo peor y hacer lo que buenamente puedas para salvar los trastos.
Si un plan parece demasiado bueno para ser cierto, posiblemente no lo sea.
Vale, vuelvo a ver la copa medio vacía. Prometo no tardar en vaciarla del todo...
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