viernes, 12 de febrero de 2010

Manzanas en discordia

Esta mañana, como casi cada día laborable, me encaminaba con legañas en los ojos hacia el metro. A las horas a las que voy está normalmente la gente del diario "20 minutos" y suelo cogerlo para aprovechar el trayecto (manía que tenemos de hacer dos cosas a la vez, como si así duplicáramos el tiempo disponible).

Ya de lejos he visto que algo pasaba, a veces se acumulan dos o tres personas que quieren el periódico a la vez, pero tal aglomeración y carreras no me han parecido normal. Un poco más cerca ya he supuesto qué es lo que pasaba: ¡había un obsequio! No se qué tenemos, que si nos dan algo gratis, lo queremos sí o sí, antes siquiera de saber qué es. Aunque, posiblemente, venga ya en el carácter y tradición, alguna base tendrá el refrán "a caballo regalado, no le mires el dentado".

Como iniciativa de un organismo público, nos han dado una pieza de fruta, envuelta para regalo en una pequeña bolsa de papel (requisitos sanitarios 1 - ahorro ecológico 0) con el lema de la campaña institucional en favor de la comida sana y el ejercicio (me lo veo venir, cuando acaben con los fumadores, se dedicarán de pleno a los índices de masa corporal).

El caso es que, como tenía las manos ocupadas (los guantes, el diario, la tarjeta del metro), he decidido dejar para más tarde el misterio de la pieza de fruta. Que ha sido una manzana, roja.

La lástima es que a mí no me apasionan las manzanas rojas. La madrastra de Blancanieves no me hubiera convencido. Me resultan demasiado arenosas, prefiero las manzanas golden, amarillas, o las Granny Smith, verdes y ácidas (he buscado el nombre, reconozco mi total desconocimiento del mundo de las manzanas). Y confieso que lo he intentado, y de hecho, me la he comido.

Rectifico, la madrastra de Blancanieves lo habría conseguido conmigo también.

Pero porque era regalada.

1 comentario:

  1. Y hace unos días me encontré con unas bolsas para la basura orgánica de regalo...

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